domingo, 29 de septiembre de 2019

Endoesqueletos T-800

Modelos de prueba del Cyberdyne Systems T-800 modelo 1.0.1

Son de la gama Terminator genisys de Warlord Games.

El pintado es spray plata de Pinty-Plus, lavado con Nuln y con un pincel seco de Plata.
Los he usado como modelos de prueba y la idea era lavarlos con tinta azul, pero la que tengo es el Super Wash Blue de Coat D'arms y no fluía nada bien... tuve que volver a lavarlos luego con Nuln, que fluye bastante mejor.

Aun me quedan otras dos docenas,que montaré/pintaré próximamente, Probaré con algunos a darles el tono azul después del Nuln... a ver cómo quedan.

domingo, 22 de septiembre de 2019

Small World Sophie

La versión Chibi de la mascota de Reaper... y la primera figura del Bones IV que pinto.

domingo, 15 de septiembre de 2019

Fuegos artificiales Encina 2019

El fin de semana pasado estuve en Ponferrada. Estuve bastante liado y apenas pude disfrutar de las fiestas, pero me acerqué el sábado, al filo de la medianoche, a ver los Fuegos Artificiales de la Encina y, ya que estaba, me llevé la cámara y el trípode...
Hace un año vi una foto en Instagram (que no he vuelto a localizar...) que parecía estar hecha desde los Barrios y mostraba la cara sur de la ciudad (Marpas incluidos) por delante de los Fuegos.
Aunque le he perdido el rastro (a la foto y al autor) me inspiró y me puse a buscar una ubicación que me diese algo más de paisaje, o que pudiera meter los monumentos en el plano.
Un poco al estilo de las que hice hace unos años en Segovia.
La idea era sacar el castillo y la iglesia de la Encina en el encuadre y los fuegos entre ellos.
Y, para eso, pensé que el mejor sitio sería Otero.
Hice una excursión por el pueblo y me pareció que la mejor ubicación sería en la curva que hay justo por debajo de la iglesia románica de Santa María de Vizbayo.
Los fuegos los lanzan desde el entorno del puente del centenario, así que, para hacer una estimación de por dónde saldrían, calculé directamente sobre el puente.
En realidad, los lanzan, sí, en el entorno del puente, pero estallan aproximadamente sobre el descampado que sube hacia el canal de Cornatel, a 300 o 400m.
Eso hizo que, desde la iglesia de Otero, los viera entre la Encina y el ayuntamiento (se ven las torres iluminadas abajo y a la derecha en las fotos) que tampoco es que esté mal, pero no es exactamente lo que buscaba...
Para el año que viene, ya he localizado (¡en el mapa!) una curva unos 200m más arriba que creo que me dará una perspectiva mejor... ahora me queda subir a ver cómo de despejada está la vista.

En cuanto a la parte técnica...
Como me había ido un poco a tomar viento del sitio, suelo estar mucho más cerca, eché mano del tele, el AF 70-300 G de Nikon, con la D700.
En principio era para dejarlo a 70mm, por aquello de coger castillo, iglesia, etc. pero acabé teniendo que tirar un poquito de zoom (ciento y pocos mm...)
Empecé con mi técnica habitual: F/8 y modo Bulb, pulsando y soltando según los estallidos... pero, por lo que veía en la pantalla, aquello no terminaba de funcionar.
Así que probé otra cosa, dejar el bulb y fijar el tiempo.
Cerré un poco más el diafragma y fui alternando entre F/11F/16 y entre 3 y 6 segundos, dejando el ISO en 400. Y creo que ha funcionado mejor...
Los edificios bien iluminados no me han quedado demasiado sobreexpuestos y, al ser exposiciones largas, los fuegos salen bastante bien...

En Segovia, en 2011, hice las fotos desde dentro de la ciudad, y tanto la calle como el Acueducto estaban perfectamente iluminados.
Aquí me fui casi al monte...


Puedes ver unas series en mi galería de Flickr...

domingo, 8 de septiembre de 2019

Gigante del Caos

El Gigante Mutante del Bones III.
Lo pinté a la vez que el último Gigante de Hielo Vikingo, pero no lo había mostrado porque no me quedó ni parecido.
Aun así, la miniatura en vivo tiene mejor pinta de lo que aparenta en la foto...

Estoy volviendo a pintar, después de casi tres meses, a ver lo que me dura...

domingo, 1 de septiembre de 2019

Crónica de una Travesía Anunciada…

¡...Y ya casi olvidada!
(y sin fotos...)

Justo tres meses después, la crónica de la Travesía de los Aquilianos 2019.

Sábado 1 de junio, 6 menos algo de la mañana, Carlos y yo nos encontramos en la Plaza del Ayuntamiento de Ponferrada, junto a otros más de 400 inconscientes domingueros corredores y andarines para realizar la 24ª Travesía de los Aquilianos.
La temperatura es muy agradable, unos 15/16º, aun así, veo a un corredor que se ha embutido en una bolsa de basura (sí, literalmente, una bolsa de basura) supongo que para usarla a modo de cortavientos mientras va calentando…

Otro que me llama la atención es un fulano con una camiseta que reza: “Tengo más de 60 y voy delante de ti
Y, efectivamente, iba delante de mí y no volví a verle el pelo… una pena no haberle podido hacer una foto.

Me cruzo con un viejo conocido del pueblo (hace mucho que no nos vemos) que me dice “no esperaba verte aquí”. “¡Yo tampoco esperaba verme...!”, le contesto.

Dan la salida y empezamos.

Dejamos que los que tienen más prisa vayan saliendo delante y cogemos el tramo cómodo de bajada hacia el Puente Boeza escoltados por los municipales que van cortando el tráfico de la Av. Del Castillo y el puente Mascarón.

Atravesado el Boeza, comenzamos la subida a Otero. En vez de subir directamente al pueblo, que es lo que yo había entrenado, torcemos a la derecha para subir por la iglesia.
Inciso:
Tanto Carlos como yo habíamos explorado la ruta con antelación (Aquí desde Ponferrada hasta el Cerro de la Pandilla y aquí la subida por Montes y la bajada desde el Campo de las Danzas). Para saber dónde nos metíamos.
Pero lo habíamos hecho basándonos en un track de la travesía del 2013. La semana antes le eché un ojo a la del 2018… y me encontré varias sorpresas.
Esta fue la más agradable de todas… ¡y con diferencia!
Pasado Otero, seguimos por la ladera del Pajariel. Nuestro plan es intentar mantener una velocidad de entre 5 / 5,5 km/h y tratar de no quemarnos en las subidas.
Yo saco mi primera barrita, mi plan es meterme algo al cuerpo cada 4/5 km más lo que pille en los avituallamientos. También llevo un tubito (Decathlon) que convierte mi cantimplora de 1.5l en un camelback… lo había probado desde la segunda ruta a la Robla y me había convencido su comodidad. Carlos tiene uno, pero dice que no le terminaba de convencer, así que va sacando la cantimplora de la mochila… cuando acabamos me dijo que para el año que viene sí se lo llevará.

Empieza a amanecer y el camino nos va poniendo a todos en nuestro sitio, y empezamos a ver las caras que iremos viendo a lo largo de toda la marcha
Llegué a pensar en traerme un frontal, para alumbrarme este primer tramo, pero no es necesario. Hasta que dejamos Otero hay farolas y, a partir de ahí, ya se nota la claridad. De hecho, puede que hubiese alguno, pero no me fijé en nadie que lo llevara…

A nuestro lado va una pareja que se ha traído sus dos perros. No saben si los chuchos aguantarán toda la ruta, dicen que lo máximo que han hecho es poco más de 30km…
Inciso
Entiendo que se los quieran traer, pero yo no me siento muy cómodo con ellos. Me parece bien que disfruten de sus mascotas, lo que no me hace tanta gracia es tener que disfrutarlos yo también… y sí, soy consciente de que este es un comentario antimascotas y probablemente animalófobo con todo lo de ofensivo que pueda tener dicha expresión (no sé si el palabro existe, pero es que mascotófobo suena aun peor…)
La subida hasta el collado del Pajariel, pasado San Lorenzo, no tiene misterio y destaca más en el track de lo que realmente la notas en las piernas.

Toca bajar hacia el valle del Oza y lo hacemos trotando. ¡Ojo! No corriendo, simplemente nos dejamos ir. Eso nos evita tener que ir frenando, y el consiguiente daño en los pies, y nos permite adelantar a un montón de gente.

Una vez abajo, giramos a la izquierda para ir remontando el río en dirección a San Esteban de Valdueza. El camino lo recordaba más llano, pero no tiene más…
Antes de llegar a San Esteban, cruzamos el río Oza por un puente de piedra y tomamos por un senderito hacia Villanueva de Valdueza, el primer avituallamiento… y la subida al cerro de la Pandilla.

El avituallamiento está justo en la carretera, antes de llegar al pueblo. Molestamos un poco al tráfico y un conductor nos da ánimos mientras esquiva a la docena larga de personas que estamos allí (y más que faltan por llegar) Un trozo de plátano, me meto otro en el bolsillo y repongo algo de agua (la gestión del líquido será nuestro punto más débil) y saco el sombrero y las gafas de sol que, aunque aún nos queda un buen trozo por valle, el sol empieza a asomar y hoy va a pegar con fuerza…

Seguimos el camino y, nada más pasar la primera casa del pueblo, hacemos un giro cerrado hacia atrás y a la izquierda para afrontar la dura subida a la Pandilla. Tranquilos, sin quemarnos, dejando que nos adelante gente con más prisa, hacemos los 500m de trepada chunga antes de que suavice (pero sigue subiendo…) y podamos recuperar el aliento… y yo comerme el medio plátano que me metí al bolsillo un km antes.

La bajada hacia Valdefrancos la hacemos también trotando. Una pena que no vayamos a poder hacerlas así todas…
De Valdefrancos a San Clemente de Valdueza hacemos un par de tramos bastante largos por la carretera. Yo este tramo no había llegado a reconocerlo, asfalto aparte, es bastante cómodo…

Un kilómetro pasado San Clemente, afrontamos la dura trepada por las zetas camino de Montes de Valdueza. De nuevo, el plan es marcarnos un ritmo razonable e intentar que no se nos disparen (¡mucho!) las pulsaciones.
Igual que la última subida de una etapa alpina del Tour, la pendiente nos va poniendo a cada uno en nuestro lugar… aunque siempre es más agradable pensar en la gente que voy alcanzando y/o dejando atrás que en la que me lo hace a mí ;o)

Superado ese par de km chungos, nos encontramos con un tramo llano, antes del último repecho que nos llevará al aparcamiento del monasterio de San Pedro de Montes, km 21 y segundo avituallamiento del día.

Al igual que las señales que, un mes antes, brillaban por su ausencia, el puentecillo que, por Semana Santa, se había llevado un torrente, vuelve a estar en su sitio… aunque nos da la sensación de que es algo provisional.

Confieso que no me gusta la Coca Cola, pero los dos vasos que me tomé en el avituallamiento  me supieron a gloria… azúcar y cafeína, me los hubiese metido en vena.
Hay pastelitos (Martínez) con baño de chocolate, me como un par y meto otro al bolsillo…
Al igual que en Villanueva y, más adelanta, en Ferradillo, aquí también hay una ambulancia… Es curioso, pero luego en Rimor no la vimos. No sé si es que no estaba cuando llegamos o que allí, en un lugar más civilizado, consideraron que no era necesaria.

Rodeamos el monasterio y, al otro lado, el camino se bifurca: Señales rojas hacia la izquierda, camino de Peñalba, Cabeza de la Yegua y el resto de cumbres para los corredores de la Travesía Larga (por cierto, a estas horas, diez y pico de la mañana, les acaban de cerrar el control) y señales azules hacia la derecha para los andarines de la Corta.

Giramos a la derecha y atravesamos el pueblo. Tenemos por delante unos 3 km con, aproximadamente, el 12% de desnivel medio. Una subida larga y dura…

A la salida de Montes hacemos una parada en la fuente para ponernos protector solar. Como decía, están siendo las diez y media de la mañana, el sol empieza a calentar y, en las próximas horas, apenas tendremos sombra.
¡Pero no rellenamos las cantimploras!
Error que no cometeremos el año que viene. Sobre todo como haga algo de calor, ese agua fresquita (tirando a muy fría) vendrá bien aunque no tengamos los 30º de este año…

Pasada la fuente la ruta abandona el camino y coge por lo que parece un canalito, por el que baja un hilo de agua, que desemboca en un sendero súper estrecho que ataja un poco y es aún más empinado.
Carlos empieza a tener problemas, va a sufrir amagos de calambre a lo largo de toda la subida. Bajamos un poco el ritmo, pero no quiere detenerse.

Tras cosa de 1km por el canalito (que no canalillo) volvemos al camino y afrontamos la última zeta de subida al collado de los Doce Apóstoles.
Km 24, mitad de camino. La noticia buena es que hemos hecho como el 90 o 95% de las subidas, estamos arriba de todo y solo nos queda bajar… La mala es que estamos todavía a mitad de camino.
Aquí nos damos cuenta del error que hemos cometido al no repostar en la fuente de Montes. Según la organización aquí debería haber un avituallamiento líquido… en realidad estaba puesto tres km más allá.

Afrontamos un tramo de 4/5km que se hace largo… el camino es bueno, no tiene apenas desniveles y se anda bien, pero me da la impresión de que no avanzamos, que estamos siempre en el mismo sitio. A la izquierda la ladera que sube a la Aquiana y al fondo a la derecha se extiende el Bierzo. El problema es que caminas media hora y sigues con las mismas vistas de la ladera a un lado y el Bierzo al otro… parece que no te hayas movido.

Aquí nuestra preocupación es el agua, Carlos está a punto de agotarla y a mí puede que me quede un sorbo más. Afortunadamente nos alcanza un coche de la organización, que, aparentemente, está recorriendo este tramo del sendero, y que nos ofrece comida y bebida. Yo solo cojo un poco de agua, pero Carlos pilla además media naranja que le supo a gloria… los calambres han remitido y ya camina sin problemas.

No somos los únicos rescatados ni los únicos que nos quejamos del desaparecido avituallamiento.
Avituallamiento que encontramos, por fin, en el km 27 y que se suponía que estaba tres km antes. Y no es solo líquido. Nunca he sido aficionado a la sandía, ¡pero tiene mucha agua!

Dejamos un fulano sentado en la única sombra que hay, entre unas escobas, y seguimos el camino. Enlazamos con la carretera que sube al Campo de las Danzas y que nos lleva a un repechito corto pero intenso, antes de enlazar con la Ruta Larga y retomar el camino común hacia Ferradillo.

Este tramo que acabamos de pasar tampoco lo conocía, cuando exploramos la subida apenas pasamos de los Doce Apóstoles, y a explorar la bajada, lo hicimos desde el Campo de las Danzas, por un tramo (corto) de la Ruta A.

El camino es ya de descenso suave antes de encontrarnos con la primera emboscada del día.
Como comenté hace un rato, hay diferencias entre el track de 2013 que usamos en los entrenamientos y la ruta digamos moderna. La primera era la subida Otero por la iglesia y la segunda…
La segunda es una trocha recién desbrozada y que un mes antes (cuando reconocimos esa parte) no existía y que baja desde el camino directamente hasta la fuente de Ferradillo.

Una senda estrechísima. Una bajada vertiginosa, de poco menos de 1km, casi vertical, por la que no podía trotar, en la que apenas me cabía el pie, que tuve que bajar despacito y frenando, y que me hizo un daño terrible…

Llegué al avituallamiento de Ferradillo, al lado de la fuente, jurando en arameo y con la rodilla izquierda diciendo “Llevamos mucho juntos y esta te la voy a pasar… ¡pero mira a ver!

Los sándwiches de jamón y queso nunca han sido mis favoritos, así que tomé fruta (¿plátano?), bebí acuarius y rellené la cantimplora con agua fresquita… Debimos parar como un cuarto de hora, había que recuperarse de la sorpresa desagradable que nos acabábamos de llevar.
Aquí Carlos tuvo una idea brillante, que pondremos en práctica el año que viene: Rellenar una de sus cantimploras con acuarius en vez de agua… en la parte final él estaba bastante mejor que yo y lo achacó a eso.
Inciso:
El plan para el año que viene será aprovechar el servicio de transporte de mochilas de la organización: Puedes pedir que te lleven una mochila hasta el avituallamiento de Montes y/o al de Ferradillo. Luego te las devuelven a Ponferrada.Llevaremos una mochila cargada de bebida isotónica a Ferradillo (en Montes llenaremos con agua fría en la fuente) para llenar nuestras cantimploras sin abusar de la organización.
El siguiente kilómetro es más o menos llano, antes de afrontar el verdadero descenso: 2,5km por un robledal camino de Rimor.
Es una bajada, en general, bastante trotable. Hay algún tramo más vertiginoso o más llano o con suelo de piedra en vez de tierra en los que caminamos en vez correr (una forma de hablar) y, ahora que las dos rutas han vuelto a juntarse, tenemos que estar atentos a apartarnos y no estorbar a los corredores que vienen de la Larga y que nos van alcanzando por detrás. Pero, por lo demás este tramo es bastante rápido y cómodo,

Y nos encontramos con la segunda emboscada del día.
En 2013 la ruta continuaba hacia Rimor por un camino que hacía unas zetas. En 2019, apenas terminado el descenso, el sendero se desvía hacia la izquierda, hacia un paredón muro casi vertical, con las flechas pintadas en el suelo, pero que parecen puestas de pie, corto, apenas tendrá 100m, pero que te hace subir como 20 o 30m y que me puso las pulsaciones a mil… por si creía que se habían acabado las cuestas.

Tras trotar un primer tramo de bajada, seguimos rodeando el cerro por un camino bastante cómodo y con poquita pendiente, aunque siempre descendente, hacia Rimor.
Notamos la distancia y las horas de marcha y el cansancio es como un peso adicional.

Hacemos una parada bastante larga en al avituallamiento, como de 20 o 25 minutos. Sandía, cerezas (¡qué buenas!), reponer agua fresca y enterarnos de que el primer corredor ha terminado la larga en 6 horas… ¡60km en 6 horas! Nosotros estábamos todavía en el avituallamiento virtual.

La parada ha sido quizá demasiado larga y la rodilla izquierda, que me había dado un aviso en la bajada a Ferradillo, se me ha quedado fría. Me duele y apenas puedo doblarla, tardo como 100m en entrar de nuevo en calor y poder caminar normalmente.

Nos quedan alrededor de 9km prácticamente llanos y presuntamente cómodos. Nos llevará algo más de dos horas hacerlos.

Son las tres de la tarde y el calor es importante. Los tres kilómetros siguientes transcurren entre viñas (de cepas bajas) y por asfalto, pegados al canal de Cornatel, a plena solana, para enlazar con el tramo final de rio Oza. Cuando, por fin, alcanzamos la sombra de los chopos, notamos la diferencia de temperatura.
Animado un poco por la sombra y el frescor del agua, cruzamos el río y seguimos otro km junto a una acequia hasta la salida de Toral de Merayo. En otra diferencia más (ya la última) con el recorrido del 2013, no atravesamos el pueblo, sino que rodeamos el cerro hacia el río y luego volvemos para enlazar con el camino del Pajariel.
A la salida de Toral, hacemos la penúltima subida del día: el Túnel. Una trinchera de unos 3m de profundidad cerrada en la parte de arriba por unos jardones. No es gran cosa, pero, a esas alturas, hace daño hasta subir un bordillo.

Abandonamos el camino para bajar por sendero hacia el río… y mi rodilla izquierda decide que ya ha caminado mucho. ¡Y me lo hace saber! Voy a hacer cojeando los últimos 4km…
Encima, como para añadir el insulto a la herida, la cabeza te juega malas pasadas. La temperatura es alta y yo voy con un miedo atroz a que me dé un golpe de calor. Intento beber cada poco, pero lo que llevo en la cantimplora hace rato que ya no es agua, es caldo…

Esta parte final es completamente llana, pero tiene tramos que se meten en el propio cauce, con cantos y raíces, que no son nada cómodos.

Llegamos a la Casa del Botillo, vemos el Castillo al fondo y empezamos a animarnos. ¡Ya casi lo tenemos hecho!

Cruzamos las pasarela del barrio de la Estación y, para bajar a la orilla del ría hay un barranquito como de 1m de altura… que no nos atrevemos a bajar. Preferimos hacer como 10m más para bajar por una rampa menos pendiente.
Una pareja que nos viene alcanzando (unos cuantos nos han superado estos últimos kilómetros) dudan en el mismo sitio… y toman la misma decisión que nosotros.

¡Último kilómetro! Solo nos queda volver a cruzar el Sil y afrontar la subida final por el talud del Castillo.

En plena subida, que, por cierto, como broma final no está nada mal, volvemos a encontrar a la pareja que nos acaba de adelantar. El chico ha sufrido un bajón de azúcar (les pregunto luego en meta) y están parados mientras come algo antes de continuar.

Mi prima ha ido con sus niñas a recibirnos junto al Castillo. Carlos se ha adelantado unos metros, pero, aunque está terminando bastante mejor yo, ni siquiera la presencia de sus hijas termina de animarlo. Ya si eso luego…
En el vídeo que nos graba mi prima (y que no voy a difundir… ¡penita damos!) Se le oye comentar “Papi viene fundido, ni siquiera sonríe…

Seguimos subiendo (¿no habíamos acabado de subir hace 24km?) hasta la plaza de la Encina y tiramos por la calle del Reloj.
La gente que hay en las terrazas nos aplaude a la que pasamos. La verdad es que eso mola un montón y yo casi suelto una lagrimita, solo recordarlo mientras escribo esto aún me emociona…

Desembocamos en la plaza del Ayuntamiento, giramos a la derecha y entramos en meta abrazados… dicen las malas lenguas que para no caernos.

Son las cinco de la tarde.

Llamar a casa “que ya hemos terminado y sigo vivo…”, empanada y cerveza (yo acuarius, que aun tengo que conducir) para recuperar y recoger el certificado que me acredita como finisher de la Travesía de los Aquilianos.


El año que viene más… ¡Espero!  ;o)



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