viernes, 28 de febrero de 2014

Travesía Mujer Muerta 2014

Una vez más, y van tres, la primera entrada del año es una crónica de la Travesía Invernal a Mujer Muerta, en esta ocasión la edición XLI, que tuvo lugar, como es tradicional, el tercer domingo de febrero, el pasado día 16.

La verdad es que, este año, estuve a punto de no ir. De hecho, el plan era no hacerla.
Por aquello de que ya llevaba un par de años seguidos, que el tiempo apenas me había permitido salir en lo que va de año y que tenía unas botas nuevas que necesitaba suavizar… todas ellas razones de mucho peso. Supongo que el que no tuviera muchas ganas también influía.

Pero una amiga, la misma que metió en este berenjenal la primera vez, me empezó a comer el coco: que si el año pasado no pude, que si este año me apetece mucho, que si anímate, que si… Al final resultó que la que no se animó fue ella.

El tiempo fue bastante asqueroso toda la semana (en realidad, lo ha sido casi todo lo que llevamos de año) pero las previsiones para el domingo eran bastante buenas, de modo que este dominguero se acopló con otros seis compañeros de ediciones anteriores y para allá que nos fuimos.

La cosa no empezó muy bien, llegamos tarde.
Es lo que tiene no leerse el programa. O, más bien, lo que tiene leer lo que quieres leer. El caso es que vimos salida a las 8:30 y pensamos que era como todos los años: concentración en el Perico a las 8:00, salida del autobús a las 8:30 y del Panorámico a las 9:00… pues no.
Este año había media hora de adelanto sobre el horario anterior… y ninguno nos dimos cuenta.
Entre que llevamos coches a Otero, que volvemos, que nos registramos y tal y eso, nos dieron las nueve y pico y éramos la penúltima cordada en salir… o la última.

Ambiente frío, húmedo y con nubes muy bajas en el arranque de la marcha.
Entramos en el pinar y nos metemos de lleno en la niebla. Poca nieve en esta parte, apenas una cuarta, salvo en un par de claros y ya casi arriba de todo. Claro, que comparando con el año pasado  que no había ninguna…
El hecho de que hubiese pasado ya casi todo el mundo, hizo que la huella estuviera muy bien marcada y el camino fuese bastante llevadero.

Salimos de entre los pinos y dejamos atrás las nubes. A partir de aquí tendremos un sol espléndido que apenas nos abandonará en toda la marcha.
Alcanzamos algunas cordadas que marchan por delante. En parte haciendo un alto para recuperar fuerzas antes del asalto a la Pinareja y, en parte, porque la normativa del Parque Nacional de Guadarrama no permite grupos de más de 20 personas.
Tras hacer lo propio reanudamos la marcha. Aunque yo ya he sacado la cámara y me quedo un poco atrás…
Las cordadas en plena ascensión

El día es absolutamente genial. A mi derecha, la llanura segoviana cubierta por un mar de nubes blancas. A mi izquierda, el resto de cumbres aparecen y desaparecen entre nubes más altas y oscuras. Pero, frente a mí, la Dama del Guadarrama se muestra en todo su esplendor, con la Pinareja en primer plano y la Peña del Oso al fondo.
Un mar de nubes
Peñalara, la Bola del Mundo, Siete Picos y el Montón de Trigo
Hacia la Pinareja
A la que llegamos a la Cabeza, una imagen curiosa. Unos esquiadores deslizándose por la ladera hacia el Collado de Tirobarra. No me da tiempo a hacerles una foto… y encima meto la pata en una zona de nieve blanda. No es la primera (tampoco será la última…) pero en esta me doy un golpe en la tibia y duele un poquito.

Tras recuperar fuerzas y pasar el control, afrontamos la bajada de la Pinareja. Una zona empinada y con nieve ya pisada que es la parte, técnicamente, más difícil de la ruta. He guardado la cámara y es una pena… las vistas son espectaculares.
Pero es un sitio complicado y, un año más, me quedo con las ganas de hacer más fotos en esta zona.
Hacia la Peña del Oso.
Una compañera de cordada sufre un tirón.
Tras unos estiramientos y, escoltada por el grupo, continua la marcha, pero tendrá que parar otra vez de camino a la Peña del Oso, en la propia cima y otro par de veces en la bajada hacia el alto de Pasapán.

A la que vamos atravesando la zona, nos cruzamos con gente que viene ¡en dirección contraria! Venimos de la Garganta (del Espinar…) pensábamos que no habría nadie…

Pasamos esta última cima, los pies, y en la bajada hacia el puerto de Pasapán yo me retraso un poco. Quiero comer algo antes de ponerme con la subida a la Peña de las Majadas. Un par de hojaldres bien cubiertos de miel… o lo que quede de ellos a esas alturas de travesía.
Llega la que yo considero la parte más chunga de la travesía: La subida a la Peña de las Majadas.
Paso el control del collado de Pasapán y recuerdo las inmortales palabras de mi abuela: el que tiene que besar a un perro en el culo, no puede pararse a mirarle el rabo. Así que agarro los bastones y me pongo a tarea.
En 20 minutos estoy arriba. Para otros no será gran cosa, yo me siento orgulloso…

Parada para comer en el refugio.
La compañera lo ha pasado fatal en este tramo, pero un poco de tortilla y un ratito de descanso hacen milagros y ya no parará hasta el final.
Nos abrigamos para reanudar la marcha, ha empezado a soplar el viento y, aunque sigue luciendo el sol, hace frío.
Siguiendo la huella... ya en la Sierra del Quintanar.

Cresteamos por la Sierra del Quintanar. El camino es bastante cómodo y el que haya pasado tanta gente antes hace que la huella sea profunda y fácil de caminar. Ya vemos allá abajo la estación de Otero, parece que está ahí mismo y aun nos queda hora y media…

Me retraso de nuevo para hacer unas fotos y, me adelanta un grupito. Miro hacia atrás… ¡Y no viene nadie! ¿Soy el último?
No puede ser, que hemos adelantado a un montón de gente… bueno, a alguna. Alguien faltará…

Empezamos a bajar y me acoplo al final de la cordada que me ha adelantado. El descenso es bastante pronunciado y vamos por el lado norte de la valla que recorre la cresta, por un brezal en el que no es buena idea salirse de la huella, el año pasado íbamos por el otro lado, un sendero un poco más ancho… claro, que el año pasado ya no había nieve a esta altura.
El caso es que voy más rápido que los que me preceden, pero no puedo adelantarlos. Veo a mis compañeros allá abajo, en el último control, pero sigo siendo el último. Voy mirando hacia arriba de vez en cuando… ¡Y nada! Vale que no vea gente, pero es que ni siquiera se distingue algún movimiento.

Llegamos a la pradera y puedo adelantar a los que me preceden y a otro par de grupitos que están reponiendo fuerzas. Paso el control (Tú eres el retrasado, ¿no? ¡Pues venga, continua…!) Y al saltar la tapia de piedra que la cierra piso mal… tras un momento de pánico, el tobillo responde y, casi sin molestias, reemprendo el descenso por praderas surcadas de regatos nacidos del deshielo…

Alcanzo a uno de mis compañeros que se ha rezagado un poco y llego al control de meta justo detrás del resto… Bueno, casi todos. Hay uno que lleva ya diez minutos esperándonos.

Estación de Otero de Herreros, fin de trayecto tras 19km en 7h 50m.

Termino con la frase de un compañero, a la que volvíamos a coger los coches en el Panorámico:

Fijaos allí, daos cuenta de lo que habéis hecho y por donde habéis subido… ¡Locos!


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