miércoles, 17 de octubre de 2012

Del Ceneam a la Camorca y Casarás

¿Qué tal?

El sábado pasado, 13 de octubre, en vez de irme de puente, como todo español de bien, a consumir y crear riqueza, me eché al monte… Dicho así puede parecer cualquier cosa, pero no. Me fui a caminar.
¡Y vaya si caminé!

Llevaba tiempo queriendo hacer una ruta circular desde Valsaín hasta la Camorca, por la Cruz de la Gallega, y vuelta por el río. Pero me echaba para atrás el tener que subir a por el coche hasta la barrera después de veintitantos kilómetros, de modo que decidí dejar el coche en el aparcamiento del Ceneam, que queda más bajito…

Eran cerca de las once y media de la mañana cuando cruzaba la carretera y atravesaba Valsaín en dirección a la Cruz de la Gallega. Nada da tanta moral como empezar con 500m de bajada… aunque luego te esperen otros 9km de subida casi continua.

Llego a la barrera y ¡Sorpresa! Un rebaño de vacas está pastando justo al otro lado, en mitad de la carretera.
Son de las que viven en semi libertad, para cría de carne. Solo que, en ese momento, me preocupaba menos la calidad de la carne que su actitud hacia un caminante que viene bajando… ¡y no molaba nada!
Reculo un poco a ver si hay alguna alternativa y charlo un momento con otro excursionista que ha venido con sus hijos y que, con buenos motivos, tampoco se atreve a subir.
¿A ver si la súper excursión va a acabar antes de empezar?
No, vemos que el caminante que bajaba viene por un senderito paralelo y, tras hablar un momento con él, yo también me tiro por ahí arriba… Para encontrarme, al volver a la pista, 100m más arriba, con que parte del rebaño se había quedado por los alrededores… Me dan la espalda, así que, sin perderlas de vista, me alejo enseguida.
Ya no hay más tropiezos en toda la subida ¡Y menos mal! Porque tampoco hay escapatorias. Hasta la Cruz de la Gallega una alambrada junto al barranco de la izquierda y un muro de piedra a la derecha apenas dejan espacio para la pista asfaltada…

Vale, hemos llegado arriba. 1,5km al 10% de desnivel, primera prueba superada.
Torcemos a la izquierda y… ¡seguimos subiendo!
Sigo por la pista forestal, no muy bien cuidada en este tramo, hasta encontrarme con el antiguo Cordel de la Fuenfría, el actual Camino de Santiago desde Madrid, la ruta que, tras pasar por el Puerto de la Fuenfría, comunicaba Madrid con Segovia y que tiene su origen en una calzada romana.

Voy poco a poco haciendo kilómetros. Las cuestas suavizan, pero seguimos subiendo. El camino está un poco estropeado, con restos de regueros en algunos tramos.
Bordeamos dos de los cuatro cerros que cierran el valle del Eresma por el oeste: Cerro Pelado y la Camorquilla. Lejos, atrás, hemos dejado el primero (o el último) aislado de los otros tres: Cerro Matabueyes.

Justo pasamos la Camorquilla, sale a nuestra izquierda un senderito que asciende bruscamente. Lo cogemos y subimos a la cima de uno de los miradores más espectaculares a la Sierra de Guadarrama y el Pinar de Valsaín: El Cerro de la Camorca.
La subida no es muy larga, pero se hace durilla. De todas formas, las vistas merecen la pena el esfuerzo.

Me quedo un rato sentado junto al refugio, reponiendo fuerzas y disfrutando de las vistas, con la única compañía de un caballo que pasta a unos metros de distancia… Hay tal sensación de paz que siento tentaciones de quedarme ahí, de no bajar. ¡Que paren el mundo, que yo me apeo aquí…!

La realidad se impone y toca reemprender el camino.
A la que bajo, el GPS me hace un amago raro, pierde la señal (¡No me fastidies…!) Pero la recupera al volver al camino (¡Vale…!)
Por aquí la senda suaviza y, poco más adelante, ya tiende hacia abajo.

Justo por ahí, tengo mi segundo encuentro con la fauna silvestre de la zona:
¿Lobos?
¿Corzos?
¿Un águila imperial?
¡No!
¡VACAS!
A la vuelta de una curva hay tres vacas en mitad del camino. Acercándose. Y no me gusta su mirada.
Como la prudencia es la mejor parte del valor, decido que cinco metros son una buena distancia de seguridad, sobre todo si son en vertical. Trepo un poco y paso a los tres animales que me miran con curiosidad mientras siguen su camino triscando en los márgenes de la senda.

Unos metros más adelante, me paro a charlar un rato con un ciclista que, pie a tierra, recupera líquidos.
“¿Vienes de Valsaín? ¿Queda mucho? ¿Mucha cuesta todavía?”
“Sí, te quedarán unos 8km, y de cuesta te quedará algo más de 500m, pero como ves ya es suave…”
“Has visto esas vacas ahí delante, ¿No? Para esquivarlas puedes volver a coger la pista asfaltada que has dejado ahí atrás, se cruza con esta como a 4km…”
“No, tranquilo, prefiero ir por camino, ya esquivaré las vacas, ¡gracias…!”

Le deseo suerte y continuo mi descenso hacia la Pradera de la Venta, donde, desde el siglo XIII hasta principios del XIX, se asentaba la Venta de la Fuenfría. Que fue cayendo en desuso tras el abandono que sufrió el camino por la apertura, a finales del XVIII, del nuevo y más accesible Puerto de Navacerrada.

Paso por la fuente de la Reina, con poquita agua, a estas alturas del año, y emprendo la subida hasta las ruinas de Casarás, la Casa Eraso que mandó construir Felipe II después del mal rato que pasó una de sus esposas, embarazada, a la sazón, en uno de los frecuentes viajes del monarca entre Madrid y el Palacio Valsaín. Y es que el Rey Prudente quería tener casa propia donde alojarse, antes o después de pasar el puerto, para no tener que hacerlo en la propia Venta.

Es alrededor de 1km, y subo por el antiguo camino de la Fuenfría, algo más corto y empinado que la pista actual. Este tramo está bastante bien conservado, con tramos de adoquines, cunetas y desagües.

Parada técnica en Casarás.
He hecho aproximadamente la mitad del camino y empiezan a pesar los kilómetros. De todas formas, lo que me queda es ya la parte fácil: Una bajada vertiginosa a coger el río Eresma y luego todo llano de vuelta a Valsaín.
Me tienta por un momento subir a la Fuenfría, pero lo descarto enseguida. Sería añadir 5km más y no estoy en tan buena forma…
Reposo, bocadillo, agua, otro tiento a la bolsa de frutos secos... ¡No te eches la siesta, que te queda una tirada!

Hora de bajar, me echo de nuevo la mochila a la espalda y busco el camino actual que baja desde el puerto hasta la Fuente de la Reina.
Poco a poco voy cogiendo ritmo, por algo dicen que, cuesta abajo, todos los santos ayudan…
A la altura de la fuente, cojo la pista asfaltada que sale a mi derecha y que, tras un descenso pronunciado, me llevará al Puente de la Cantina, al pie del puerto de Navacerrada.

El paisaje del pinar es espectacular y perfectamente disfrutable en el descenso… cuando subes vas pensando en otras cosas. En el esfuerzo, por ejemplo.
A la que bajo, me cruzo con una pareja. Le oigo comentar a ella (o a él) “¡Vaya repecho!” a lo que él (o ella) responde “Mira, después de esa curva parece que llanea…”
Sonrío para mi cuando me rebasan, aun les queda un kilómetro hasta la fuente…
Me cruzo con otra pareja, esta de ciclistas, que suben con el molinillo puesto, mientras voy adelantando a varias familias en la bajada, que va suavizando a medida que me acerco a la carretera.

Un senderito, ya a la vista del puente, sale a mi izquierda y me lleva hasta el Eresma. Me queda la última parte del trayecto, como media docena de kilómetros llanos.
El sendero serpentea por la orilla del río y, a poco, me voy encontrando restos de la Senda de las Pesquerías Reales, mandada construir por Carlos III cuando, ya mayor, decidió que era más cómodo sentarse a pescar truchas que patearse el monte pegando tiros a jabalís y gamos.

Poco antes de llegar a la Boca del Asno el móvil me suelta un pitido de alerta: La batería.
Tengo un Nokia N73 de 4 añitos y lleva todo el día tirando de bluetooth contra la antena GPS… A ver si con un poquito de suerte me da para llegar a meta.

Me cruzo con un montón de gente mientras paso por las áreas recreativas de la Boca del Asno y los Asientos y, por esquivar a unos niños juguetones, piso algo blandito… ¡Mierda!
Al rato, llego al puente de Peñalara, ya en las afueras de Valsaín. Aquí podría tirar directamente al pueblo o atravesar una finca enorme, con animales sueltos, que me dejaría al lado de las ruinas del Palacio.
La primera opción me parece aburrida (será que no llevo kilómetros encima) y la segunda… digamos que, por hoy, ya he tenido suficiente contacto con la fauna local.

Cruzo el río y sigo el acueducto, restaurado, que, desde el arroyo que baja de Peñalara, llevaba agua al viejo Palacio. El sendero junto al arroyo me deja en la carretera y… El móvil suelta sus últimos estertores y se apaga. Menos mal que he ido grabando la ruta este último rato.
De todas formas, perderme ya es complicado.

Paso la carretera, atravieso una cancilla y echo a andar por el sendero que sigue el arroyo hasta encontrarme con el camino que sale de la parte trasera del Ceneam. Giro a la izquierda y, a la que me doy cuenta, veo el edificio de ladrillo del Centro de Educación Ambiental. He convertido un trayecto de apenas 500m en casi 1km… ¡Qué bueno soy!

Son las seis y media cuando salgo de nuevo, esta vez en coche, del aparcamiento del Ceneam. Agotado, pero satisfecho.
Han sido siete horas de marcha, para hacer unos 27km. Es la ruta más larga, con diferencia, en cuanto a distancia, que no en tiempo, que he hecho. Y la segunda más dura tras la Travesía de la Mujer Muerta de este invierno pasado. Claro, que las condiciones no eran las mismas…


Si te apetece repetirla o coger alguna idea, la puedes encontrar en Wikiloc, tal que aquí.

La he catalogado como difícil, principalmente, por la distancia y el desnivel... Y, francamente, porque yo tampoco soy un ultramarationano, precisamente.
He ido por pistas asfaltadas y caminos bastante cómodos. Incluso el sendero que sigue el Eresma, aunque estrechito y serpenteante, no tiene dificultad.
En cuanto a cuestas, salvo algún repecho suelto, las más duras son las subidas a la Cruz de la Gallega, a la Cima de la Camorca y a Casarás… y la que va desde el puente de la Cantina a la Fuente de la Reina, claro, solo que, yo, esa, la hice de bajada…
Por lo demás, no tiene demasiado misterio, todos los caminos que he cogido y sitios que he visitado son muy conocidos y, a poco que haga bueno, te vas a encontrar con gente. Con lo que ir solo o, incluso, perderse, no supone un problema…

Un lugar perfecto para pasar un día de campo... O varios días si, con buen criterio, prefieres disfrutar de las vistas y la naturaleza sin machacarte mucho  ;o)

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