sábado, 19 de junio de 2010

Semana de la Arquitectura (II): La Catedal

¿Qué tal?

Continuamos con las visitas de la III Semana de la Arquitectura de Segovia.
Tras la visita al Alcázar del miércoles, el jueves tocaba conocer la torre de la Dama de las Catedrales.

¿Vienes?


Jueves, tres y media de la tarde. Hora bastante intempestiva, por cierto, pero el que algo quiere algo le cuesta, dicen.
Los guías son hoy dos chicos, agradables, habladores y que se nota a la legua que pilotan del tema: Notable alto.
Mientras esperamos, un coche entra por la verja y, tras alguna maniobra, aparca en la puerta misma de la Catedral, es nuestro tercer guía: el Sacristán.

Cruzamos la puerta y empiezo a arrepentirme de haberme dejado la chaqueta en casa. Aunque no es el sol de justicia del día anterior, en la calle había un calorcillo algo más que agradable... no durará.

Ya en el interior, comenzamos con la visita y con las explicaciones.
La Dama de las Catedrales, llamada así por su tamaño, se construyo en estilo Gótico, por expreso deseo del Cabildo Catedralicio, cuando el lenguaje que hablaban los constructores de la época ya era Renacentista.
De modo que, a pesar de ser Gótica en su concepción, contiene innumerables elementos Renacentistas e, incluso, por lo dilatado de su construcción, detalles tanto barrocos (la Puerta de San Frutos) como Neoclásicos (el Altar Mayor lo pagará Carlos III).
La proyecta Juan Gil de Hontañón que, a la sazón, estaba levantando la Catedral Nueva de Salamanca, con la guarda inevitables similitudes.
Será la última de las Catedrales Góticas de Castilla. Y la más grande...

El siguiente paso en la visita es a las cubiertas.
El espacio entre el tejado de la Catedral y la bóveda de las naves contiene un curioso montón de escombros... que no está allí por casualidad. Nos comentan nuestros guías que, aunque no se sabe con exactitud, lo más probable es que se hubiese añadido para mantener el equilibrio al haberse detectado, durante la construcción, algún problema de estabilidad en los muros o en las columnas que sostenían las cubiertas.
Fuese cual fuese el motivo, el hecho de que haya aguantado cuatrocientos años es prueba de que los constructores acertaron al rellenar aquellos huecos.

Seguimos subiendo, la siguiente parada, ya en la Torre, es la casa del Campanero.
La vieja cocina de carbón nos trae a algunos recuerdos de tiempos pasados y casas de pueblo.
Aquí vivía el campanero, junto a su familia y sus animales domésticos. Nos cuentan que incluso hacían la matanza en la planta de arriba.
Me cuenta al día siguiente un compañero de trabajo que su padre, de niño, recadero en una pescadería, llevaba encargos a la familia que vivía en el campanario de la Catedral.

Las vistas son cada vez más espectaculares, pero aun nos queda subir un trecho más, hasta el mismo campanario.
Salimos al aire libre y comenzamos a disfrutar de las vistas desde el punto más alto de la ciudad...
O, por lo menos, desde el punto más alto al que vamos a subir, aun nos quedarían un par de niveles a los que solo sube personal autorizado... En fin, nos conformaremos ;o)

Disfrutamos de las vistas.
Observamos a un par de inconscientes cambiar unas tejas y estar a punto de carse desde el tejado de un segundo piso.
Vemos como, poco a poco, una tormenta se acerca desde Valverde...

Un detalle curioso que nos comentan nuestros Guías, es acerca de la curiosa (al menos para un berciano) colocación de las tejas en todos los techos de Segovia.
Las tejas se colocan Boca Arriba, en vez de alternando boca arriba y boca abajo, unas uniendo las otras.
Y se hace así por que, tradicionalmente, se colocaban sobre una base de arcilla mezclada con paja, impermeable para todas las precipitaciones que caen en Segovia, excepto para las tormentas mas violentas... (no sé yo con la que se nos viene encima...)
 
Vemos las canteras (en la ladera de Zamarramala) desde las que se extrajo la piedra para la construcción. Una piedra, arenisca, de mala calidad, a decir de nuestros anfitriones, pero adaptada al clima y las condiciones de Segovia: "Esto lo llevas a Toledo y no te aguanta 500 años..."


La construcción fue un verdadero esfuerzo de toda la ciudad, a lo largo su dilatada construcción.
En días señalados, los segovianos acudían a echar piedra, aportando algo:
Bien fuera dinero para la construcción.
Bien fuera su esfuerzo, cavando cimientos o acarreando piedra (de ahí el nombre) o materiales diversos.


Cuando llevamos un rato arriba y notamos que se empieza a refrescar el ambiente y a oir los truenos, decidimos que la Prudencia es la Madre de toda la Ciencia y empezamos el descenso... Es pisar el suelo de la Catedral y empezar a oir el agua sobre las cubiertas.

En realidad la visita ya ha terminado, pero algunos, no queriendo mojarnos más de lo necesario, nos quedamos con nuestros jóvenes guías dando una vuelta por el Cláustro y las Naves y comentando detalles curiosos.
El claustro es románico (por origen) aunque con modificaciones góticas (en la reconstrucción) traído piedra a piedra desde la antigua Catedral Románica de Santa María, situada en lo que hoy son los jardines del Alcázar.
Destruida al final de la Revuelta Comunera, por su cercanía al Alcázar, donde se habían refugiado los leales al Rey Carlos. En parte para no tener una fortaleza tan pegada a la otra (las catedrales románicas tenían casi tanto de castillo como de iglesia) y en parte porque los reyes de Castilla estaban un poquito hartos de tener a la Curia vigilando sus idas y venidas... sobre todo con quien iban o venían...

¡¡Encontramos la piedra más pequeña de la Catedral!! Aunque no llegué a pisar encima para pedir un deseo... ¡Una pena!

Terminamos la visita y salimos, aunque nos quedamos debajo de San Frutos, a la espera de que dejen de caer las últimas gotas.
Un detalle curioso: Hacía mejor temperatura fuera que dentro y tuvimos que cerrar la puerta para que no hubiera corriente... ¡¡Hacia afuera...!! ¡Que el frío no entraba...! ¡¡Salía...!!


Nos despedimos de nuestros amables anfitriones y ¡a casa! que me viene el fontanero en un rato...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores